El proceso de alimentarnos que forma parte de nuestra rutina, y cuyo objetivo radica en nutrirnos y brindarnos la energía necesaria para rendir en nuestro día, muchas veces se hace de forma automática. Esto quiere decir que no le brindamos la atención que requiere, por lo que resulta muy normal que las conductas alimentarias sean de poca variedad o restrictivas, de mucha cantidad originándonos un sentido de culpa y posterior purga, o de sobrevivencia cuando nos habituamos a escoger sólo lo que tenemos a mano, sin tener control sobre ello.
A esto se le suma, que el momento que escogemos para alimentarnos, resulta ser acelerado, haciendo una actividad paralela, viviéndolo cómo “un trámite” del cual hay que salir rápido, para continuar con la próxima actividad. No sería curioso que alguno de los ejemplos anteriores te haya identificado, ya que al vivir en una sociedad tan ajetreada y exigente como la nuestra, es probable que todos estemos acostumbrados a funcionar de manera automática, corriendo de una tarea a otra, durmiendo sin descansar y cayendo en espirales de estrés y agotamiento.
La buena noticia es que podemos cambiar esta forma mecánica de alimentarnos, mediante el establecimiento de una práctica consciente de comer todos los días. Y esto se logra al plantear la alimentación como un momento de conexión con nosotros mismos.
Las prácticas de mindfulness o atención plena, resultan de gran ayuda en esta tarea, ya que permiten relacionarnos de una manera más consciente con aquello que va surgiendo en nuestra experiencia. Integrando una pausa necesaria en que nuestro organismo requiere nutrirse con atención, como también de tomar conciencia de lo que sucede en nuestro cuerpo, las emociones y los sentimientos que se encuentran presentes en el momento que vamos a comer y en nuestro día a día.
Alimentarnos conscientemente, se refiere a que nuestra relación con la comida esté basada en la atención a las propias señales internas, logrando equilibrar tres aspectos fundamentales: la satisfacción, , el cuidado, entendido como la atención a las propias necesidades físicas, psicológicas, y emocionales y la salud o bienestar integral que deriva de este valioso proceso.
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