Por Loreto Molina Tapia,
Mg. Mindfulness
Psicóloga Clínica Vie et Santé
Durante la consulta, indagamos en conjunto con los pacientes por los patrones diarios que guían su alimentación, y resulta muy frecuente encontrarse que la mayoría presenta ciertas conductas automáticas respecto a la elección de los alimentos. Esto se refleja en que la decisión se relaciona en lo que consideramos: accesible, sin esfuerzo y lo más rápido posible.
El resultado: por un lado, una estrecha lista de alimentos que nos permitimos, y por otro lado un alejamiento de la comida como un espacio de nutrición y satisfacción.
Las alteraciones de nuestro metabolismo, que a veces se ven expresadas en aumento de peso o resistencia a la pérdida de este, tienen estrecha relación con las elecciones alimentarias que volvemos permanentes en el tiempo, pero por sobre todo a los pensamientos que guían estas elecciones.
A modo de ejemplo, es común escuchar ideas, como: “No me gusta tomar agua”, “Como solamente la comida del restaurante de la esquina de mi oficina”, “No me gusta la fruta porque ensucia”, “Llego muy cansada para prepararme comida”. Por nombrar algunos tipos de pensamientos que vuelven el proceso de alimentación muy rígido y difícil de modificar.
De esta forma, los patrones habituales que establecemos, resultan estar tan arraigados en nuestra rutina, que se vuelven parte de nuestro funcionamiento, de cómo pensamos y finalmente de como vemos nuestra vida. Es por ello que, durante el proceso de cambio alimenticio, resulta fundamental trabajar en primer lugar con los pensamientos automáticos que guían nuestras elecciones, volviéndonos más conscientes, dándonos cuenta de la manera como operan en nuestra rutina.
La clave para cambiar nuestros patrones habituales de alimentación, radica en identificar nuestros pensamientos automáticos con respecto a ellos. Al volverlos conscientes, los aceptamos como parte nuestra. Este, es el primer gran paso para liberarnos y comenzar aquellos cambios que estamos buscando que ocurran en nuestra vida.
Por ende, para facilitar el proceso hay que establecer un plan a seguir, que sea concreto en un periodo y podrás darte cuenta de todos los patrones que formaban parte de tu alimentación y rutinas, al visibilizarlos no tienen tanta libertad para surgir y es posible modificarlos.
Algunas recomendaciones para iniciar:
- Elaborar un plan de comidas en conjunto con tu nutricionista que sea posible seguir; de acuerdo con tus horarios y actividades, y que se adapte a tus necesidades.
- Dejar fuera la culpa: el cambio de enfoque es dejar atrás la idea de dieta, e incorporarlo como un proceso de cambio alimenticio. Esto quiere decir que salirse del plan en excepciones es parte del proceso mismo, no hay razón por sentirse en falta ya que tu idea será para sostenerlo en el tiempo.
- Renueva tu cocina con alimentos que sean saludables: preocúpate de mantener siempre un stock de proteínas, frutas, verduras y lácteos. De esa manera no tendrás acceso fácilmente a comidas que sean ricas en grasas y azúcares.
- Bríndate un tiempo de adaptación a los nuevos alimentos: es probable que, al hacer un cambio drástico en la alimentación, no estés familiarizado con algunos sabores. Pone a prueba tu curiosidad y flexibiliza tu criterio. Cuando te das cuenta que un alimento es nutritivo para tu salud, lo más probable es que lo adoptes como parte de tu alimentación.